–Basta, papá, ya no puedo más, por favor, basta.
La voz de Candela sonaba débil, temblorosa. Hizo acopio de fuerzas para decir aquella frase, pero luego cerró los ojos y permaneció inmóvil. Le dolía hablar, mantenerse despierta, intentar prestar atención. Alberto siguió a su lado, sin soltarle la mano, queriendo aguantar unas lágrimas imposibles de contener. En la sala de espera del sanatorio, Inés hablaba con dos oncólogos. “La enfermedad volvió a atacar el intestino delgado, pero esta vez con más fuerza”, dijo uno. “Ahora el intestino está agujereado y su contenido comienza a expandirse por todo el cuerpo”, continuó. “Es una peritonitis”, dijo el otro. “Si no hacemos nada, en uno o dos días se producirá el paro cardíaco, sin sufrimiento. Si volvemos a intervenir quirúrgicamente, la operación va a ser muy dolorosa, peor que las anteriores, y en poco tiempo se va a producir el mismo cuadro. La enfermedad está en un punto en el que no hay nada que hacer, ahora usted y su marido tienen que decidir si la dejamos ir ahora sin sufrimiento o alargamos la agonía. Sé que es muy duro, lo siento”.
Inés permaneció en silencio y entró a la habitación. Estuvo a punto de sufrir un ataque de nervios, de empezar a gritar, salir corriendo, romper algo. Pero no lo hizo, se comportó con una frialdad casi inconsciente, manteniendo el instinto de proteger a su hija hasta el último día de su vida. Ahora, decidir su muerte se había convertido en una forma de protegerla.
Al entrar en la habitación, besó a Candy en la mejilla y le pidió a Alberto que la acompañara afuera para hablar. En la sala de espera abrazó a su marido y le explicó el caso, manteniendo la calma. Alberto le contó de los ruegos de Candy para terminar con todo lo antes posible, le dijo que su hija le había pedido que parasen con todo, y citó la frase “Basta, papá, ya no puedo más, por favor basta”. Eso fue suficiente para que los dos tomaran, sin pensarlo demasiado, la decisión más importante y dolorosa de sus vidas.
–Candy, ¿me escuchás?
–Sí.
–Yo sé que no podés hablar mucho, pero tenemos poco tiempo.
–¿Por?
Inés le hizo señas a Martín para que se callara y se acercó a hablarle al oído.
–Te dije que no le íbamos a decir nada.
Martín agarró a Inés del brazo y la sacó a la sala de espera. Le hizo señas a Alberto para que los acompañara.
–Candy tiene que tomar una decisión antes de irse –les dijo.
–¿Decisión de qué? ¿Qué estás hablando? –preguntó Inés.
–Clarita. Cuando estuvo muy mal la vez anterior, Candy me dijo que si se moría pensaba dejársela a su amiga Juliana, para que Clarita crezca con un padre y una madre y no sufra toda su vida por ser huérfana.
–Eso es una locura –dijo Inés.
–Hay que respetar su voluntad –intervino Alberto.
–Pero de qué están hablando, le quedan horas de vida y yo no quiero que se entere, ¿sabés lo espantoso que debe ser que te digan algo así?
–Hay que decirle, Inesita, tiene que tomar algunas decisiones antes de irse, aunque nos duela a todos.
–Están mal de la cabeza, a Clarita la voy a cuidar yo y punto, no hay ninguna decisión que tomar.
–Yo quiero que me la deje a mí –dijo Martín.
–¿De qué hablás? –reaccionó Inés.
–Yo no voy a tener hijos y quiero que Clarita sea mi hija.
–¿Por qué no vas a tener hijos?
–¡No preguntes boludeces, Inesita, por favor!
–¿Qué boludeces Alberto? No sigamos perdiendo tiempo que yo quiero estar adentro con Candy todo lo que pueda.
–¡Es puto, Inesita, es puto, por eso no va a tener hijos! –estalló Alberto–. ¿Todavía no te diste cuenta? ¡Si serás boluda!
–¡Basta, no se van a poner a pelear justo ahora, por Dios! –intervino Martín–. Si soy gay o no, da igual en este momento, papá, por favor…
–Bueno, yo entro, no es momento para hablar de estas cosas –dijo Inés, dando por cerrado un tema que no tenía fuerzas para tocar.
–Ok, pero yo le voy a preguntar a Candy qué quiere hacer, y necesito que ustedes dos estén presentes para escuchar su voluntad. Ella se merece que le digamos la verdad, así puede elegir.
Cuando Martín terminó de hablar, Inés entró a la habitación en silencio, sin contestarle. Martín y Alberto la siguieron.
–No griten –dijo Candy.
–Perdón, Canduchi, estaba peleando con la enfermera por una pavada –se apuró a decir Inés.
–Ya sé que me voy a morir, no soy tan tarada.
Se hizo un silencio.
–¿Pero qué decís, estás loca? –tardó en preguntar Inés.
–Quiero que Clarita se vaya a vivir con Juliana y que hagan de cuenta que es su hija. Yo ya hablé esto con ella hace tiempo y aceptó. Ustedes van a poder visitarla todo lo que quieran, pero que viva con ella. Y vos, mamá, ocupate de darle la custodia porque yo no creo que tenga tiempo.
Inés no supo qué decir.
–Candy, ¿tenés fuerzas para hablar?
–Sí, Martín, decime.
–Quiero que me des la custodia de Clarita.
–¿A vos? Pero vos tenés que hacer tu vida.
–No creo que tenga hijos.
–Eso ya lo sé. Pero yo quiero que seas feliz. Tenés que ser libre, que no te importe lo que te digan. Salí con tus amigos, viajá, tratá de que alguien se enamore de vos, sería lindo.
–Candy, yo necesito a Clarita, no me quiero quedar solo toda mi vida. Además me quedaría a vivir con mamá y papá, estaríamos todos juntos.
–Yo no quiero que Clarita sea la huérfana que vive con sus abuelos y su tío y que cada vez que en el colegio le hablen de la mamá se ponga a llorar. Yo quiero que Juliana sea su mamá y se ocupe de ella como a mí me hubiera gustado ocuparme.
–Te entiendo, pero dejame ser egoísta, nosotros no vamos a poder seguir adelante sin Clarita, te lo ruego.
–Basta, Martín, dejá tranquila a tu hermana –intervino Inés.
–Denme un rato para pensar, mientras andá a comprar un grabador –le dijo Candela a Martín–. Cuando vuelvas, les voy a decir qué decidí y quiero que lo graben para que después no haya problemas.
Inés sostiene la mano de Candy con fuerza. No puede desprenderse de su lado, se aferra a ella con una entrega total. Le acaricia el pelo, le besa la frente y las mejillas y no la suelta ni por un segundo. Madre e hija se mantienen en un trance divino. Candy sedada, casi inconsciente, medio dormida. Inés esperando con una paz inusitada el momento de la partida. Las horas se alargan más de lo previsto por los médicos. El tiempo pasa y Candy sigue viviendo. No quiere irse, o no la dejan. Martín, Alberto, Isabel y Miguel esperan afuera. Todos entraron a despedirse de Candy. Le dieron un beso, lloraron al pie de su cama y le dijeron adiós, tal vez sin tomar demasiada conciencia de que se trataba de un saludo definitivo, una despedida eterna. Ninguno se animó a estar más de quince minutos adentro de la habitación. Nadie quería presenciar el escalofriante momento de la partida. Pero Inés permanecía en trance, estaba ida, no hacía otra cosa que acariciar a Candy y mirarla fijo, rezando y pidiendo, inconscientemente, que no la abandonase.
La escena se mantuvo así por horas, hasta que una de las enfermeras, la más vieja de la clínica, se acercó a Inés y le habló al oído. “Tiene que dejarla ir, señora, si usted se queda acá al lado rogándole que se quede le va a alargar la agonía”, le dijo. “Déjela descansar, salga un ratito y déjela que duerma”.
Inés salió y abrazó a sus hijos. La enfermera vieja se quedó con Candy. Martín y Miguel lloraron, seguros de que todo había terminado. Pero Inés les dijo que Candy estaba descansando, que no había muerto, y se quedó abrazándolos, con la mirada perdida.
Pasó media hora, hasta que salió la enfermera. “Entre, señora, creo que es hora de despedirse”, le dijo, con la sabiduría de años dedicados a cuidar pacientes agónicos. Inés se apuró a pasar. Volvió a sentarse al costado de la cama y tomó la mano de su hija. “Andá, Candy, andá tranquila, mi chiquita”, dijo en voz alta.
Un rayo de luz entró por la ventana y se instaló en la habitación. Candy abrió los ojos, miró a su madre y sonrió. Inés le devolvió la sonrisa y sintió una paz inmensa. Luego Candy se fue.
Inés le escribe una carta a Martín:
“Gracias se dice cuando te dan un vaso de agua, o te abren una puerta, o te dicen la hora. Por eso no sé qué palabra usar para decirte lo que siento. Pusiste mucha plata para ayudarme, pero también pusiste tu corazón, tu paciencia, tu compañía. Personas incondicionales hay pocas, para mí lo fueron papá, mamá y Ernesto. Y ahora que sos un hombre, también vos. Me hace bien saber que estás siempre, sobre todo después de la muerte de Candy y el abandono de tu padre. Alberto nos dejó solos, pero por algo estamos los que estamos. Te siento incondicional. Aliviás mis heridas y me das muchísimo amor. Es un placer y un honor ser tu mamá”.
El despertador sonó a las siete y cuarto de la mañana. Inés amaneció sobresaltada, nerviosa por afrontar el día que le esperaba. Corrió al cuarto de Clara y la despertó con un beso. “Arriba, gorda, que hoy empezamos el cole”, le dijo. Martín prendió la ducha, dejó correr el agua caliente. Mientras se bañaba, pensó en el inicio de clases de Clara. Primer grado, cómo pasa el tiempo, se dijo. Estaba preocupado por Clara. No confiaba en su desempeño escolar, porque Candy nunca había sido buena alumna y tenía miedo de que sus compañeros la invadieran con preguntas, que le dijeran ¿por qué tu mamá es tan vieja y tu papá parece un chico? Estaba preocupado, aunque sabía que Clara había aprendido a esquivar los cuestionarios mejor que nadie. “No es mi mamá, es mi abuelita, mi mamá está en el cielo y ese no es mi papá, es mi tío pero no tiene novia ni quiere tener, así que vive conmigo y mi abuelita, los tres juntos”, respondía estoica ante la mirada atónita de sus compañeros del jardín de infantes.
Inés preparó el desayuno para los tres en la cocina. Su nueva vida la encontraba como un ama de casa dedicada, atenta a las necesidades de Clara y obligada a cuidar el presupuesto. El sueldo de Martín les alcanzaba para vivir tranquilos, pero no se podían dar el lujo de tener empleada doméstica o comer afuera todos los días. Inés iba al supermercado, cocinaba, armaba un menú, ponía en práctica las recetas que le pasaban sus amigas, ordenaba la casa y se ocupaba de que Clara estuviera siempre impecable.
Cuando terminaron el café, Martín fue a su cuarto y se hizo el nudo de la corbata frente al espejo de cuerpo entero que tenía colgado en la puerta de su placard. Inés le lavó la cara a Clara, le puso el uniforme y la peinó con dos colitas hacia los costados. Después fue a su cuarto, se puso un tailleur que no usaba hacía años y se maquilló la cara. Mientras se miraba frente al espejo, tuvo una especie de deja vú. En realidad no supo si era eso, si lo que se repetía era ese preciso instante o si se trataba solo de un recuerdo del primer día de clases de Candela, cuando le puso el uniforme, la peinó con dos colitas y se maquilló para estar linda durante el acto escolar. Todo volvió a su mente, como si el tiempo no hubiera pasado. Clara era un calco de Candela a los seis años. Inés tenía momentos de confusión, a veces le decía Candy, como si hubiera borrado el pasado y estuviera repitiendo la película de su vida, esta vez con la experiencia de los errores cometidos, la convicción de haber aprendido de ellos y la certeza de no volver a cometerlos.
“Estás igual a tu mami el día que empezó el cole”, le dijo Inés a Clara, enseñándole una foto de Candela en su primer día de clases, efectivamente un calco de la niña que estaba parada frente a ella diciéndole que tenía miedo de que no le salieran las letras en el cuaderno. “No te preocupes, mi gorda, la maestra es muy buena y te va a explicar todo muy bien, y si no entendés algo en el cole, lo hacemos juntas acá en casa cuando volvés, ¿dale?”, la consolaba Inés.
Para sorpresa de todos, Clara se mostró muy segura al llegar al colegio. Buscó a sus amigas, las mismas del jardín de infantes, y se agrupó con ellas en la fila de primer grado B. El acto comenzó a las ocho en punto. Martín esperaba impaciente, quería que aquel momento pasara rápido para correr a la audiencia de mediación que le tocaba ese día. Ernesto estaba cada vez más viejo y con menos ganas de trabajar. Delegaba la mayoría de las tareas en su sobrino Martín, ansioso por prosperar económicamente para poder solventar los gastos familiares. No había calculado que tener una persona a cargo podía resultar tan agobiante. Sin embargo, estaba conforme con su nueva vida, no se arrepentía de nada, sobre todo en momentos como ese, viendo a Clara feliz, totalmente adaptada, con la vida tranquila que su madre tanto soñó para ella.
Durante el acto, luego de entonar el Himno Nacional, la directora del colegio dio la bienvenida a los alumnos de primer grado y los llamó, uno por uno, para que subieran al estrado con sus padres y se presentaran. Cuando llamó a Clara, ella se apuró a subir con Martín e Inés. La gente miraba sin entender al disparejo trío. Al pedirle que se presentara, Clara dijo su nombre y apellido y comenzó a dar explicaciones, como era su costumbre. Ella es mi abuelita Inesita y él es mi tío Martincito. Mi mamá está en el cielo y papá no tengo, pero ellos me cuidan como si fueran mi papá y mi mamá.
Hubo un silencio. Algunas madres se emocionaron, sin saber cómo reaccionar. La directora se apuró en golpear las palmas y el aplauso se hizo atronador. A Inés se le llenaron los ojos de lágrimas. Miró a Martín, también a punto de llorar, y le dijo al oído:
–Creo que vamos bien, parece que no nos equivocamos.
Martín permaneció en silencio y pensó: gracias Candy, gracias por todo.
Fin
He seguido la historia de un inicio, y cada día que la publicabas, muy triste en su final, la vivencia con un familiar con la enfermedad de Candy, deber haber enriquecido tu vida en sensibilidad y amor, gracias por contarla a través de esta novela, corta pero muy humana a la vez, te felicito! Maricarmen
ResponderEliminarChulinaaaaaaaaaa!!! tan tiernos, la vida se encargara de compensarte por todo lo que haces por Clara, no cambies, enseñaale valores, y cada dia se mejor persona, olvida odios y rencores, se feliz.
ResponderEliminarBesos y bendiciones para ambos!!!!!!!
Muy conmovedor el final.. Gracias por compartir con nosotros toda esta novela éxitos en tu vida y ojala nos sigas sorprendiendo con mas novelas ... Besos desde Perú
ResponderEliminarMe hiciste llorar...que historia tan conmovedora, que tal fortaleza de Inesita y Martincito.
ResponderEliminarEstoy en la oficina y tbn a punto d llorar, ya no se a donde mirar para q no me vean :S .. pero esperaba con ansias q postees el final.. mejor no hubiera sido.. muchas gracias Luis, mis mas sinceras felicitaciones :)... mejor padre no puede tener Clarita :)
ResponderEliminarMelissa Guzmán
Luchi,
ResponderEliminarno puedo creer que haya terminado Candy! y ahora? como llenare esa costumbre de lunes, miercoles y viernes conectarme a tu blog para leer la novela? como hariamos?
Te felicito por que es una obra super humana, muy aterrizada y con una huella especial en tí, me gusta el final, creo que ha sido como debería ser. Una pena lo que le pasó a Candy, pero Clarita, como todo niño, pudo salir adelante junto a su familia que la apoya tanto. Me alegro.
Espero que nos des detalles del libro que estas finalizando, si bien me encantó leerte online, creo que aun ando prefiriendo el olor a libro y el abrir las paginas en cama para leer antes de dormir (razón por la cual no me compré un kindle, aunque ando en duda).
Es primera vez que puedo interactuar con el autor de una obra que he leido, y sobretodo que me haya gustado como tu novela.
Nada Luchi, te felicito!, a pesar de lo que te digan todos tus detractores y gente que aparentemente no te quiere (y a pesar de ganarme yo unos cuantos insultos como ya te dije antes), eres un buen escritor, tendrás de hecho un super futuro con tus demás libros, de eso estoy seguro!.
Un fuerte abrazo!
Gracias Melissa, Sandra, Maricarmen y los demás anónimos.
ResponderEliminarBesos a todos!
Luis, soy mamá y de pensar en lo que tuvo que pasar Candy y sobretodo imaginarme a Clarita (Cata) en esos trances en el colegio pues... se me parte en corazón.
ResponderEliminarHe llorado con el final del libro sin importarme estar en plena oficina con la gente pasando enfrente mio, pero tambien que podia hacer? como te digo me emociono muchisimo?
Escribes muy bien, sabes capturar la escencia de las emociones humanas y eso es algo muy valioso en un escritor.
Un beso grande
Bugsy
cuando ofreciste publicar Candy aqui por internet y gratuitamente. algunos te dijeron que irias a perder... hablando en terminos economicos. pero no perdiste Luis, ganaste. ganaste lectores que ahora estaran pendientes de tus proximos libros. GRACIAS por regalarnos Candy. voy a comprar tus otros libros qui en USA. un beso!!!
ResponderEliminarUna pregunta luis tus novelas estan en Ecuador ....
ResponderEliminarosma
LLOREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE !!!!! .... esta geniaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaal ! de verdad me encanto leerte ... !!! ... continuaaaa nunca pierdas esa magia que tienes !!!! ... de verdad ! te deseo lo mejor !
ResponderEliminarMIS MAS GRANDES FELICITACIONES!!!!,Por la familia que tienes(siempre unidos hasta el final de Candy).Por la madre que tienes(por que hizo """TODO""" lo humanamente posible por su hija).Por Cata(un angelito en tu vida).Por tu novela...(me encanto!!!..he podido vivir cada momento narrado,tan preciso,tan vivo).Y por como eres..por tu entereza,tus buenos sentimientos,lo generoso y tan humano...GRACIAS POR TODO!!!Cuidate mucho Luis,,y sigue encandilandonos con tus escritos..besitos bye Lu.
ResponderEliminarQue linda novela , me gusto mucho y el final excelente , gracias Luis . Realmente el final es muy conmovedora. Besos y todo lo mejor para ti .
ResponderEliminarMi Luchi, siempre pensé que Borges podría ser uno de los pocos que con sus relatos podía mover tantas cosas en el interior de una persona, pero déjame decirte que haberte leído me dio la sensación de estar viviendo la historia -cosa que no es muy común en los escritores de hoy- eres un escritor genial, te adoro y adore todos tus relatos.
ResponderEliminarMuchas bendiciones por siempre para ti y tus seres queridos. Enhorabuena por ser quien eres.
conseguiste hacerme derramar lagrimas dos veces, y encima en un solo capitulo, muy bueno el final, y muy personal, puedo decir que te sntí verte llorar escribiendo el final, o por lo menos aguantando lagrimas,eres de los pocos que tiene un final asi.
ResponderEliminarFELICITACIONES.Sigue escribiendo...has posible el sueño que algunos escritores aun no podemos cumplir...
Gianfranco.
Gran novela!!!Felicitaciones...sólo que tiene un final triste
ResponderEliminaryo tb lloré pero despacito para que nadie me vea, muy linda la novela, la seguí de principio a fin..q linda historia, a pesar de todo linda-
ResponderEliminarGracias a todos! que lindos comentarios!
ResponderEliminarPareces que los hice llorar bastante... pues bien, era la idea!
Gracias por leerme, me hace muy feliz.
Besos!
Dios q intenso el final , me conmoviste muchisimo , que buen escritor que eres .. me hiciste llorar no podria pensar en lo buen padre q eres para cata (: felicitaciones luis
ResponderEliminarpues si lloramos muchas veces, pero tmbn tiene muchas cosas que nos hicieron reir, este ultimo capitulo fue angustiante para mi, creo q porque esperaba el desenlace y claro me imagine a toda la familia en esa situacion, pero lo que si me hizo llorar es cuando Clarita con la toda la inocente caracteristica de su edad presenta a su familia, el silencio y luego la mirada entre Ines y Martin.. eso me quebro, esas situaciones pasan,.. hermosa novela, muy recomendable, me saco el sombrero, y muchos se habran sacado el clavo (refiriendome a q si dudaban que escribieras) sientete orgulloso de ti Lulito, te admiro mucho, te deseo muchos exitos mas
ResponderEliminarBuenisimoo!,Grande Luis!, espero que sigas con esa misma fuerza que te caracteriza y que tus próximos libros lleguen aquí a Perú. Sè que a pesar de lo malo que has pasado , hoy en día, disfrutas al mejor regalo que candy te pudo dejar: Clarita. Cuidala bastante y engriela a full.
ResponderEliminarDios los bendiga. bsos
Desde el Sabado comence a leer Candy y capitulo a caoitulo me tenia mas enganchado y lei los 34 capitulos el mismo Sabado por la noche y ahora que leo el ultimo capitulo dejame decirte que cas8i me hace llorar, tienes mucho talento Luis, que tengas mucho exito en todos tus proyectos y espero que publiques mas novelas como esta
ResponderEliminarUn Saludo desde el Callao-Perú
gracias vane, kathy, daniel, y a todos los demás!
ResponderEliminarya vendrán cosas más alegres que leer
se los aseguro!
besos!
Espere llegar al final para recién comentar. Me gusto mucho tu novela y el final es realmente conmovedor.
ResponderEliminarMe contuve las lágrimas pues tenía mucha gente alrededor.
Buen final. Exitos!
perfecto ! me gusto todo desde el inicio hasta el final :)
ResponderEliminaruna gran leccion de vida !
gracias raquel, que pena que no pudiste llorar tranquila!
ResponderEliminarme alegra saber que te gustó
gracias también a No me digan que hacer, muy lindo tu comment
besos!
Luis, para mi eres un gran escritor. Estaba merodeando a ver si encontraba algo que leer que me saque por unos minutos de lo cotidiano y encontre esta historia que me atrapó desde el comienzo. Espero que todo te vaya de maravilla y gracias por esas bonitas palabras de tu blog personal en el post de autoayuda. Las sentí dirigidas a mí en ese momento.
ResponderEliminarMaría Claudia.
Gracias Maria Claudia.
ResponderEliminarQue lindo lo que me escribes.
Me alegra mucho saber que, al menos con un mínimo granito de arena, he podido mejorar tu día.
Porfa trata de estar bien y ver la vida siempre con una sonrisa.
Muchos besos!
Gracias por compartir tu libro. Debe haber sido dificil escribir sobre tu familia, sobre todo en esas circunstancias. Felicitaciones por tu valentía y tambien por la honestidad de presentarnoslos como son, imperfectos, lo que los hace a ellos mas humanos y a ti un buen escritor.
ResponderEliminarSaludos de una peruana exiliada, xoxoxo
Luis,
ResponderEliminarqué momentos tan intensos he vivido leyendo tu libro!!
Gracias!! no tengo palabras para describirlo pero lloré cuando te aferraste a tener a Clarita contigo y el momento crucial cuando Candy se despide con una sonrisa de su madre....woao
Muchos abrazos,
Panay
gracias a la peruana que me lee desde el exilio
ResponderEliminarmil besos!
gracias Panay!
ResponderEliminarme alegra mucho saber que te gustó
un beso muy muy grande,
recien puedo leer... acá hech aun mar de llanto, qué lindo final eh... no se equivoca nunca quien da amor, un beso y gracias.- marga
ResponderEliminarMe encantó! Gracias por publicarla y permitirnos aprender con tu novela, me encantó el final :)
ResponderEliminarCariños desde Lima!!
Paola
Recien pude leer el final y uauuuuu, definitivamente llore es lo maximo, candy me emocio en todo momento.......... sos grandre luis!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarNo dejes que tu sensibilidad y finura al escribir te traicionen cuando debas de defenderte de tanto insulto de cada ruin de la tv peruana.
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