miércoles, 11 de mayo de 2011

33 y 34

33

Inés se recostó boca abajo y dejó la espalda en manos de Estela, su masajista durante los últimos dos años. Si bien lograba relajar el cuerpo, su cabeza continuaba funcionando sin descanso.
Ay Dios, qué alivio. La plata mejor invertida, ni hablar. No hay con qué darle, che, un masaje semanal y la contractura desaparece por completo. Le voy a decir a Estela que venga a casa todos los viernes, es el mejor día porque llego hecha pelota después de toda la semana ocupándome del resto. ¡Ay, qué delicia! Lo que son las manos de esta mujer, Dios, es impresionante.
Si Miguel me pidió que le saque a los chicos del colegio a las cinco, entonces… sí, dos horas, me quedan dos horas para relajarme después del masaje. Porque dice Estela que no hay que salir corriendo como una loca cuando ella termina, hay que acostarse en la cama media horita y, si es posible, una entera, y lo ideal, me dijo la semana pasada, es tirarse en la cama y dormirse una siestita. Así dice que el masaje es más efectivo. Pero qué pesado Miguel con el tema de los chicos, ¿para qué los manda a un colegio que le queda tan lejos si no tiene alguien fijo que le vaya a buscar a los chicos? Al final la boluda siempre soy yo, porque con eso de que no trabajo todos me dicen que soy una vaga, que no hago un soto y por eso se piensan que pueden tenerme de cadeta para cualquier cosa. ¿Cuándo me llegará el momento de disfrutar? Pero digo disfrutar realmente, sin tener que trabajar como lo hice toda mi vida, sin chicos que cuidar, sin problemas de salud de nadie, sin quilombos de guita… Ay, sí, Estelita, dale duro al cuello que lo tengo a la miseria. Dicen que después de una mala racha viene otra buena. Ciclos de vida, así le dicen en el libro de Osho que me prestó Elenita. Con ese criterio, a mí ahora se me viene una buena sí o sí, no hay tu tía. Bueno, la psicóloga me dijo que ya es tiempo de disfrute. Así, textual, “de disfrute absoluto”, dijo. Y en el horóscopo chino me salió época de cambios, el renacer de un espíritu castigado, tiempo de celebración y reunión con los suyos, reencuentro con el ser amado, pasión a flor de piel. Ya ni me acuerdo qué otras cosas, pero todo era bueno, todo coincidía conmigo de una forma insólita, era como si lo hubieran escrito para mí misma… Mmmm, qué rico es el olor a menta del gel de Estelita, me transporta, te juro que me transporta.
Y eso del soldado que nunca se cansa de batallar, es tal cual. Toda la vida luchando como una yegua, desde que me casé que no tengo un respiro. Y después, con los chicos grandes, cuando se supone que a una le toca empezar a disfrutar, se me viene el lío de Miguel, el suicidio, la clínica esa siniestra, los psiquiatras, las pastillas… Bueno, para qué acordarme de algo tan feo, si fue hace tanto. Es como dice la psicóloga, él tenía que explotar por algún lado y a nosotros nos tocaba contenerlo, y aunque fue un horror me sirvió de aprendizaje. Eso dice la mina, qué se yo, la verdad es que tanto aprendizaje casi me mata, no sé como aguanté, la verdad. Quién hubiera dicho que ahora Miguel estaría tan bien, hecho todo un señor, con su mujer y sus hijos, la verdad es que ni yo lo puedo creer. Si hace ocho, nueve años, me decías que iba a estar tan bien, tan entero, no te la creía. Igual, bien que se borró últimamente, pero lo entiendo, con todo lo que le pasó a él no estaba como para afrontar otra crisis, y yo tampoco le pedí mucho porque sabía que era mejor protegerlo, qué se yo. Pero ahora lo veo tan bien que es como un capítulo cerrado.
–¿Ya terminó, Estela? Bueno, genial, no sabe lo bien que estuvo. Yo ahora me voy a quedar así como usted me dijo, a ver si con suerte me duermo, que tengo un par de horitas antes de ir a buscar a mis nietos al colegio. La plata está sobre el dressoir, al lado de la puerta de entrada. Le dejé justo, no me tiene que dar vuelto, así que no se preocupe. Entonces quedamos para el viernes que viene a la misma hora ¿si? Chau Estelita, buen fin de semana, chau, sí, chau chau.
Ay, qué pesada, me joroba que se te ponga a hablar cuando termina el masaje. ¿Por qué no agarra su plata y se manda a mudar? Mucho relájese señora, trate de descansar, pero con la perorata que te da te vuelve la contractura. Deberían salir con Alberto, así hacen un concurso a ver quién le quema el cerebro al otro primero. ¿Quién será más pesado, Alberto o Estela? Te juro que van parejos. Igual, yo a Alberto lo quiero, con todas las que me hizo yo lo quiero casi como al principio, te diría. Claro, no lo demuestro mucho que digamos, ¡pero qué voy a andar demostrando a esta altura de mi vida, después de treinta años de matrimonio! Él sabe que lo quiero, y yo sé que él me quiere, aunque cada día esté menos en casa y se pase horas en el club. Y bueno, es su escape, como él dice, qué se yo. Igual, ya está, con todas las que pasamos, ya no tiene sentido seguir discutiendo. Tengo que darle su espacio y tener mi vida en paralelo, como le gusta decir a la psicóloga, vida en paralelo, qué ridícula. Cuando me lo dijo la primera vez me quedé helada, pensé que me estaba sugiriendo que tuviera un amante. Me quedé muda, te juro. Suerte que después me explicó que con lo de vida en paralelo se refería a no estar tan pendiente de Alberto, a que tengo que hacer mis programas con amigas, tener actividades fijas tipo gimnasia o algún curso, salir al cine con las chicas, o al teatro, qué se yo. Igual, para mí esos programas son de separada reventada, la verdad es que no es mi estilo salir entre minas, como si no tuviera marido, me parece medio deprimente, qué se yo.
No te puedo explicar lo relajada que me siento, me quedaría así hasta mañana, te juro. Debe ser que no logro quedarme dormida porque tengo en la cabeza el tema del colegio de los chicos a las cinco, una tortura, la verdad, yo ya tengo más de cincuenta largos, ya crié a mis hijos con bastantes quilombos como para estar ahora con la responsabilidad del colegio de mis nietos. Qué cagada, che, un día debería agarrarlo a Miguel y decirle basta, mis nietos son un amor y todo divino pero no me puedo hacer cargo, yo ya no estoy para eso. Debería juntar fuerzas y decírselo, te juro, aunque claro, me arriesgo a que le salte un tornillo y deje de llamarme… Claro, mejor no, mejor no le digo nada y que reine la paz.
Ahora que Alberto va a cobrar esta guita de la tía Olga, seguro que algo hacemos. Yo no veo la hora de renovar un poco la casa, cambiar esos muebles de la cocina que están inmundos, pintar todo el departamento, cambiar las cortinas, qué se yo, sería lindo hacer un cambio. Y tal vez podamos ir a Europa, siempre me quedé con las ganas de conocer España, dicen que es tan lindo… Bueno, yo creo que ahora, con esta guita, un viajecito podríamos hacernos. No te digo toda la familia, porque eso sí que sería imposible, además los chicos ya están grandes y hacen su vida, qué se yo, pero Alberto y yo algún viajecito podríamos hacer. Yo ya le tiré la onda, pero medio que se hizo el distraído, yo no sé, eso de que la plata todavía no está y hay que darle tiempo me suena raro, si una sucesión tiene que salir rápido, yo lo sé porque me pasé la vida redactando escritos de sucesión cuando trabajaba en el juzgado. Eso de la sucesión sale rápido si no hay líos en el medio, y en este caso qué líos va a haber si la pobre vieja no dejó ni testamento y nunca pudo tener hijos. Alberto y Enrique son los herederos forzosos y punto, no hay tu tía.
Pero qué bueno que al fin nos toque una buena, después de todas las que pasamos. Esto de la herencia es una señal divina, te lo firmo. Dios aprieta pero no ahorca, es increíble cómo una frase puede ser tan exacta para describir lo que nos estuvo pasando. Dios aprieta pero no ahorca, mamá me lo dijo todos estos años de mierda, pero yo nunca le di bola, la vieja y sus boludeces, pensaba. Y ahora estoy igual de boluda que ella, bah, no sé, debe ser, porque los chicos me lo dicen a cada rato, y Alberto ni hablar, todo el día con eso de que estás igual a tu madre. ¿Y él? Igual al pelotudo de su padre, claro, que tenía a la pobre vieja fregando todo el día, porque por eso vivió poco la vieja, si mis chicos apenas pudieron conocerla, vivió hasta los cincuenta y pico creo, todo el día en la cocina, la pobre infeliz. Y el pelotudo de Alberto pretende que yo sea igual, ja, cómo se ve que no me conoce, treinta años y todavía no me conoce. Qué voy a estar fregando en la cocina, ¿no se da cuenta de que yo de chica tuve mayordomo?
Y la pobre vieja de Alberto, fregando todo el día hasta que le dio un cáncer como el de Candy, igualito, y terminó en un hospital y al poco tiempo, chau, a otra cosa. Ni un tratamiento decente tuvo la pobre vieja. Es una cuestión de educación, que si fuera por Alberto, Candy terminaba igual que la vieja, que los médicos le dicen no podemos hacer nada y él bueno, qué se le va a hacer, y agacha la cabeza y se resigna. Pero yo moví cielo y tierra para que Candy estuviera bien, conseguí el mejor oncólogo, el mejor cirujano, las treinta lucas, y todos me decían dejá, no vale la pena, si ya no se puede hacer nada, pero yo que no, que sí tiene que poder hacerse algo… Y claro, ¿cómo me voy a quedar de brazos cruzados si veo que mi hija está sufriendo? Eso jamás, nunca me hubiera quedado mirando el techo y esperando a que me digan que… bueno, mejor ni pensar en eso, como dice la psicóloga, ese capítulo ya tiene que quedar en el pasado, como un libro cerrado que nunca vas a querer volver a abrir. Aunque claro, es fácil decirlo, pero cómo me voy a sacar el tema de la cabeza. Hasta el día en que me muera yo creo que voy a estar pensando en la salud de Candy. Por más que me digan que ya está bien, que hablen de remisión total y sigan con que está todo bajo control, yo nunca me voy a quedar tranquila, eso jamás.
Pero bueno, tengo que hacerle caso a la psicóloga y concentrarme en mi felicidad, reforzar mi yo interior, como ella dice. Y lo del horóscopo chino, qué genial, más no le pueden haber pegado, este es mi año. ¡Por fin!

34

–¿Quién empezó el cole?
–¡Clarita!
–¡Muy bien!
–¿Y a qué salita va Clarita? ¿Salita roja?
–Ehhh, ¡nooo!
–¿Salita azul?
–Ehhh, ¡nooo!
–Salita… ¿amarilla?
–¡Noooo!
–¡Ay, qué difícil, Clarita! A ver… ¿salita rosa?
–¡Sí!
–¡Muy bien Clarita, salita rosa! ¿Y cuál es tu color preferido?
–Ehhh, ¡rosa!
–¡Sí! ¡Qué genia, Clarita, ya sabés hablar un montón! Mamá te va a comprar un vestido rosa para que vayas a los cumples de tus nuevos amiguitos del cole, ¿dale?
–¡Sí!
–¿Quién es mi princesa?
–¡Clarita!
–¡Muy bien! ¿Y quién es la reina?
–Ehhh, ¡mamá!
–¡Sí! Sos una genia Clarita. A ver, contame, ¿qué hicieron hoy en el cole?
–Jubamos.
–¿Jugaron mucho? ¿Con tus amigos? ¿Cómo se llamaban tus amiguitos nuevos del cole?
–…
–Dale, si ayer me dijiste. A ver, Pachu…
–Pachu.
–Sarah…
–Sarah.
–Iñaki…
–Iñaki.
–¿Viste que sabías? ¿Cuál me falta, a ver?
–Ehhh… ¡Pili!
–Pili, ¡muy bien! ¿Sabés una cosa?, cuando sea tu cumple vamos a invitar a todos tus amiguitos nuevos de cole, ¿dale?
–¡Sí, de princesa!
–Sí, Clarita, te vas a disfrazar de princesa y vamos a hacer una torta y vamos a poner muchos globos. ¿De qué color te gustan los globos?
–¡Rosa!
–Sí, muchos globos rosas, ¿y el vestido?
–¡Rosa!
–¡Un vestido rosa de princesa!
–¡Sí!
–¿Pero todo te gusta rosa?
–¡Rosa!
–Ay, qué loca estás Clarita, igual que yo cuando era chiquita…
Candela y su hija caminaban a casa, de regreso del jardín de infantes. Era un día soleado de marzo, todavía envuelto por una ola de calor que parecía resistirse a la llegada del otoño.
Aunque se mantenía notablemente delgada, Candela recuperaba de a poco su aspecto saludable. El pelo le crecía con rapidez, las ojeras habían quedado opacadas por un bronceado intenso que le cubría el rostro y el cuerpo y la espalda comenzaba a erguirse, desafiando la inmensa cicatriz del torso. Estaba contenta, ilusionada con el comienzo de clases de Clara. Siempre había soñado con ser madre, con llevar a sus hijos al colegio, hablar con las maestras, organizar cumpleaños, hacerse amiga de otras madres. Si bien tenía derecho a estar enojada con el destino, no sentía el menor rencor frente a la vida. Lo pasado, pisado, decía, y evitaba entrar en diálogos reflexivos sobre el por qué de los acontecimientos cuando Inés se ponía a filosofar. Para Candy, el miedo permanecía guardado en un cajón, intacto y latente como en los peores días, pero ella prefería mantener ese cajón cerrado, no abrirlo ni en sueños, para concentrarse en un presente lleno de obligaciones maternales que le llenaban el espíritu. No le importaba ser madre soltera, en el colegio de Clarita la mitad de las madres estaban solas, separadas o “en relaciones complicadas”, como les gustaba decir a muchas con cara de resignación. Candy se sentía protegida por sus padres, por su tío Ernesto, por su abuela Isabel, por su hermano Martín. Estaba cómoda en su casa de toda la vida, con papá y mamá y Martín y ahora Clarita. No quería irse, vivir sola, pagar cuentas, tener responsabilidades. Su salud había sido castigada de tal forma que a esa altura lo único que pretendía era cuidar a Clara, llevarla al colegio y asegurarse de que fuera una niña feliz, más feliz que ella, a quien le había tocado una madre con demasiadas preocupaciones como para estar pendiente del vestido rosa de princesa. Tenía intenciones de volver a trabajar, de ganarse su plata y no esperar a que todos los meses su familia le juntara, entre todos, una especie de sueldo destinado a sus gastos personales y a las cosas de Clarita. Pero tampoco pretendía independizarse, porque estaba contenta con el nuevo orden doméstico de la casa familiar. Había dejado de pelear con Inés, entendió que era mejor permitirle hacer su vida, salir a los bares, a sus clases de yoga o masajes y descuidar la casa. Entonces ella se quedaba ordenando todo, cocinando, esperando a que Clarita saliera del colegio y los demás volvieran de sus tareas diarias, como quien espera a que su marido vuelva de trabajar para servirle la comida y contarle sus desventuras de ama de casa.
El día en que volvía de buscar a su hija del colegio, Candela tenía pensado hacer un postre de manzana para la noche. Martín y Alberto amaban el postre de manzana de Candy.
–¿Sabés que va a hacer ahora mamá? ¡Una torta de manzanas!
–¿Rosa?
–¿Cómo rosa, loquita? Las manzanas son verdes o coloradas, ¿no te acordás del librito de las frutas y los colores? Manzana, roja. Banana, amarilla. Naran… Ay, Clarita, pará que mami se siente mal. Ay, no, ah, pará gorda, pará que busco el teléfono, ¡ahhh, qué dolor!
Antes de alcanzar el celular, Candela se desplomó sobre la vereda. Clara empezó a gritar y a llorar desconsoladamente. Dos mujeres se acercaron. Una la alzó en brazos y trató de calmarla; la otra pudo hablar con Candela, que se retorcía de dolor en el suelo. Llamen a mamá, ahí en el celular, en la cartera, en la memoria el número que dice mamá… Cuando terminó de decir eso, el dolor se tragó las palabras y Candy dejó de hablar.

7 comentarios:

  1. Ay Luisto! yo alegre pensaba (es que te leia con una sonrisa en el rostro) que te iba a comentar lo graciosa que es Ines, imparable a la hora de hablar, pensar, expresarse y luego al siguiente capitulo se me vino el mundo abajo, me imagino el desenlace, ya me dio mucho que pensar, :S ...
    Ay! se viene el final!!!
    q penita pero siento que te admiro mas, sobre todo como escritor, eres genial, a pesar de la forma en que lo leemos, cada capitulo nos captura desde el principio al final, sos grande! besotes!! ( si te gustaran las mujeres te chaparia!! jejeje)
    te queremos mucho

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  2. Gracias Kathy!
    Verdad que esta parte es triste, cierto?
    Por lo menos piensa que ahorita todos estamos muy bien, y alguien nos cuida desde el cielo.
    Un beso enormeeeee

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  3. NOoooo, no nos puedes dejar así, cuelga lo que sigue ASP.
    Angélica.

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  4. ya falta poco, angélica, hay que cumplir con las entregas pactadas!!!!
    gracias por leerme
    besos

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  5. Me dejaste impactada...en verdad no se como haces para mantenernos allí, sentir que estamos en la historia, que somos parte de ella...grande Luis!!!

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  6. luchi, que pena, se me parte el alma, justo cuando pense que tendría finalmente un respiro la pobre........... no puedo esperar a ver que más falta!
    besos

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  7. Hola Luis me encanta la novela, parece que ya esta cerca el final..., gracias por publicarla para nosotros y gratis es lo maximo!!!
    Supremamente lindo

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