viernes, 1 de abril de 2011

11 y 12

11

Dios te salve María, llena eres de gracias, el señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, amén.
Martín estaba cansado de repetir la misma oración una y otra vez. Durante su paso por el colegio de curas le habían enseñado a rezar el Ave María, y en ese momento, con solo 10 años de edad, ya le parecía absurdo tener que recitar o pensar de memoria, cuarenta veces y en forma idéntica, esas frases que nunca lograba comprender.
Con el tiempo se olvidó de los rezos. Se dio cuenta de que la vida funcionaba casi en forma matemática: si estudiaba para un examen le iría bien, si se esforzaba por trabajar mucho ganaría más dinero, y que si iba al gimnasio y se vestía a la moda la gente le prestaría más atención. Así de simple era la vida, por lo tanto, en su esquema no hacía falta rezar ni ir a misa los domingos. Esa autosuficiencia terrenal, esa forma de vida basada en las acciones y sus consecuencias, perdió sentido en Martín cuando se enteró de que su hermana se acercaba a la muerte. Para él eso ya no tenía sentido, porque Candela no fumaba, no tomaba alcohol, nunca había probado las drogas ni le había hecho mal a nadie. Es una chica buena, pensaba Martín, siempre sufrió mucho, tiene una hija de un año y medio y solo quiere vivir para cuidarla… ¿por qué el destino tiene que matarla? Como en este caso la fórmula matemática según la cual había decidido vivir no encajaba, como el sentido común ya no tenía sentido, no le quedó más remedio que recurrir a los rezos. Y así volvió al Ave María, oración que prefería al Padre Nuestro porque le parecía maternal, femenina, algo más acorde para alguien como Candela.
La noche previa a la segunda operación de su hermana decidió rezar un rosario completo, repetir cuarenta veces la misma oración con algunos Padre Nuestro intercalados entre decenas de Ave María.
Martín estaba tan desesperado por que alguien le dijera que todo iba a estar bien, que aquella pesadilla tenía los días contados, que empezó a rezar cada vez con más fuerza, levantado la voz, concentrándose y rogando a la Virgen María que le diera una señal, que se manifestara de alguna forma, que diera sentido a ese rezo compulsivo, acelerado, lleno de desesperación y esperanza. Dame una señal de que todo va a estar bien, por favor, una señal, yo te prometo que si Candy se cura voy a ser más bueno, voy a ayudar a los pobres, pongo un comedor, una fundación, lo que sea que vos me pidas si me hacés saber que todo va a estar bien, por favor, te lo ruego, dame una señal, una señal, pensaba Martín, mientras hilaba las palabras de su oración. Entonces vino la primera compulsión, que comenzaba como una puntada en la nuca y desaparecía en el instante. Martín siguió rezando, suplicando por una señal de alivio, y sintió más puntadas, algunos escalofríos que le bajaban desde la cabeza a los hombros. Una señal, por favor, una señal, aunque me dé miedo que te aparezcas, siguió suplicando, y sintió venir la compulsión más fuerte, una especie de energía que se le instaló en el cuello y le atravesó la espalda, provocando que se le arqueara por completo el cuerpo y se mantuviera así, con la mirada perdida y el pecho lleno de aire, por unos instantes que le parecieron eternos. Después vino la paz, el alivio, la ilusión de pensar que si bien esa reacción podía haber sido algo meramente físico, también podía tratarse de un efecto del más allá, esa señal que tanto le había pedido a la Virgen y que por fin había llegado. Esa noche pudo dormirse sin tomar pastillas. Se sintió tranquilo, protegido, como cuando era chico y lloraba y solo los brazos de su madre alcanzaban para consolarlo.

12

Todos en la peluquería del barrio se conmocionaron ante el pedido de Candela:
–Hola, vengo a cortarme el pelo, bien corto, porque me van a hacer quimioterapia y voy a quedar pelada… y no quiero que se me caiga todo entero… –trató de explicar, mientras su voz comenzaba a quebrarse.
La recepcionista no pudo evitar una expresión incómoda, típica de alguien que escucha algo que hubiera preferido no escuchar. Y dijo algo estúpido para llenar el silencio que la aturdía.
–Bueno, no hay problema, pero te tengo que decir que aunque te cortes el pelo después se te va a caer igual…
–Eso ya lo sabemos –intervino Martín, con la voz seca y firme–. Pero se tiene que cortar ahora para guardar el pelo para una peluca natural, con su propio pelo, ¿entendés?
–Ah, bueno, no hay problema, pasen, tomen asiento, que ahora Mauricio los atiende.
Era una tarde de sábado estupenda, con el cielo limpio, el sol intenso y ese clima tan característico del mes de abril. En el club tomaban el té Martín, Candela e Inés. Clara jugaba en el césped con otras niñas, todas mayores que ella. Habían pasado dos semanas de la segunda operación. Candela estaba al tanto de que el primer tratamiento no le había hecho efecto. Esos siete meses de quimioterapia en los que se sentía horrible cada día no sirvieron de nada. Al menos antes no se me había caído el pelo, pensaba ella, ahora voy a parecer un alien.
En una semana debía someterse a otro ciclo, más agresivo que el anterior, en el que perdería completamente el pelo y se sentiría aún peor que la primera vez. Ese día no dejaba de acariciar con sus manos huesudas la abundante melena que le cubría los hombros hasta llegar casi a la cintura. Estaba inquieta, más nerviosa que de costumbre.
–No aguanto más, tengo que ir ya a cortarme el pelo –sentenció.
–Dale, vamos –la animó Martín-. Yo te llevo a una buena peluquería y les decimos que te hagan el corte de Araceli González, la actriz, vas a ver que te va a quedar divino.
–Me va a quedar horrible.
–Pero qué decís, si tenés una cara preciosa, vas a estar bárbara –dijo Inés– ¿Pero tiene que ser ya?
–Sí, ya, no aguanto más, tengo que empezar a acostumbrarme, sino Clarita me va a ver pelada de un día para el otro y va a llorar como una loca. ¿No viste que siempre se cuelga de mi pelo antes de quedarse dormida? Anoche me tiraba de las mechas y yo… (hizo un gesto simulando que se clavaba un cuchillo en el corazón). Te juro que me morí.
–Bueno, dale, vamos a la pelu –intervino Martín, antes de que la cosa se pusiera todavía más dramática–. Mamá, cuidala a Clarita, please, volvemos en una horita, ¿si?
–Vayan, vayan –dijo Inés con la voz resignada.
–A ver, ¿qué querés que hagamos? –preguntó Mauricio, el estilista (así exigía que lo llamaran) de la peluquería M&E (la M por él, Mauricio, y la E por Eduardo, su socio).
–Necesito esto –dijo Martín, señalando la página de una revista de chismes en la que Araceli promocionaba su nueva línea de cosméticos.
Tuvo que intervenir porque Candela se había quedado muda.
–Ay, mi amor, todas quieren lo mismo, parecerse a Araceli. Lo que nadie entiende es que muy pocas tienen su cara y su pelo, ¿vistes?
–Bueno, hacé lo que puedas, lo más parecido posible, ¿ok? –le ordenó Martín, a punto de perder la paciencia.
Candela permanecía sentada en el sillón de la peluquería, frente a un espejo gigante, cubierta por un delantal rosado, viejo. Cada segundo repetía el gesto de llevarse las manos a la cabeza para luego cubrirse la cara, refregarse los ojos y volver a mirarse fijamente al espejo. Martín notó que estaba conteniendo el llanto.
–Ok, haré lo que pueda, pero esta chica tiene el pelo demasiado ondulado, y como yo soy muy profesional, debo advertirles que es imposible que quede como Araceli. Pero si quieren que corte, cortaremos…
Martín sintió ganas de agarrarlo del cuello y decirle: mirá, puto de mierda, mejor cortá y callate, porque sino te re cago a trompadas ahora mismo. Sin embargo, no se animó a hacer una escena y trató de concentrarse en evitar que su hermana empezara a llorar, porque al verla se dio cuenta de que ese momento era inminente.
–Te va a quedar bárbaro, mucho más cómodo –la animó Martín, y siguió llenando el vacío con palabras alentadoras que ni él mismo creía.
Cuando vio que Candela no lo escuchaba, que lo único que hacía era agarrase la cabeza y cubrirse la cara con las manos tratando de no estallar en lágrimas, le pidió a la Virgen (después del episodio de la señal, en cada momento crítico recurría a esa abstracción con forma de madre sanadora) que hiciera algo para detener el llanto. Porque además de la angustia de su hermana, le preocupaba la reacción de todas las señoras que estaban tratando de embellecer sus cabelleras y de los empleados encargados de tan engorrosa tarea, que no dejaban de mirar la escena que prestaba, como dijo una vieja con la cabeza metida en el secador, “esa pobre chica, tan joven, con toda una vida por delante”.
–No te preocupes, que crece rapidísimo –dijo enseguida una mujer de unos cuarenta años, que sometía su melena rubia a un secador de aire caliente.
Candela giró la mirada a la derecha y por fin salió de su ostracismo.
–¿En serio? –preguntó.
–Sí, fijate, a mí me hicieron la quimio hace seis meses y mirá el pelo espectacular que tengo ahora.
Martín cerró los ojos y agradeció a la madre de Cristo.
–A mí me da terror verme pelada –se sinceró Candela.
–Pero pensá que es para bien, que te quedás pelada para curarte y olvidarte del tema. Lo mío era terrible, nadie daba un peso por salvarme, pero me hice dos quimios y acá me tenés, regia. Además, ahora hay unas pelucas buenísimas…
–Con tu propio pelo –intervino Martín, como si estuviera anunciando una marca de champú.
–Claro, son divinas, nadie se da cuenta –siguió la mujer–. Sabés que a mí me pasó algo muy gracioso, como no tenía un peso en ese momento me compré una peluca pelirroja re berreta, porque además nadie me había comentado lo del pelo natural, y resulta que un día abro el horno re caliente para meter un pollo, ¡y se me quemó la peluca! ¡No sabés qué horror, me quería morir, se me achicharró toda y la tuve que tirar!
Candela por fin soltó una sonrisa. Martín volvió a agradecer la presencia de esa loca encantadora en el asiento contiguo al de su hermana.
Las dos se quedaron hablando mientras Mauricio separaba los mechones con unos sujetadores de plástico para cortar el pelo de manera más ordenada y poder guardarlo en caso de querer intentar hacer una peluca natural, cosa que a Martín le parecía absurda. ¿Qué diferencia hay? ¿Por qué no se pone un gorro y listo?, pensaba.
Cuando el peluquero cortó todos los mechones, Martín se quedó espantado. Su hermana parecía una adolescente escuálida con un mal corte de pelo: la piel blanca, las ojeras verdosas, el rostro cadavérico, todo se acentuó de manera dramática.
–¿No le podés dar un poquito de forma? –le pidió a Mauricio.
–Obvio, ¿qué te pensás, que la voy a dejar así? Primero separo los mechones, corto la melena, dejo la cabeza en crudo y después empiezo con el corte en serio. No te preocupes, divina, que ahora viene el estilismo –le dijo a Candela, con sus manos sobre los hombros de ella.
Entonces empezó a esculpir los pelos con diferentes tijeras, navajas, sprays, geles, siempre con la mirada concentrada y los brazos revoloteando como las alas de una mariposa.
Finalmente logró un peinado moderno: la nuca rebajada, los pelos de atrás parados con gel, una raya al costado y la frente cubierta por un flequillo irregular, cortado en diagonal de izquierda a derecha.
Candela volvió a sonreír al ver el resultado final. Se sentía una chica moderna, más joven, como si se hubiera sacado diez años de encima. ¡Estás divina, parecés otra!, le decían todos.
Martín se acercó al mostrador, pagó el corte, el lavado, la propina y pidió un frasco del mismo gel que había usado Mauricio. Es importado, te sale cien pesos, dijo la cajera. No importa, dame el mismo, así se lo pone todos los días y queda igual que hoy, dijo Martín, y se apuró a entregar los billetes antes de que Candela se diera cuenta de todo lo que había gastado.
Antes de volver al club, Martín convenció a Candela para darse una sesión de Sol Pleno, un sistema de bronceado en aerosol capaz de convertir en pocos segundos la piel más lechosa a un tono caribeño artificial.
–Así mamá no te ve tan blanca –le explicó.
Con el bronceado perfecto y el pelo lleno de gel, Candela parecía una chica de veinte años, lista para ir a una disco. Llegó al club contenta, con ganas de exhibirse, e Inés sintió alivio al ver que su hija parecía feliz, al menos por un rato.
Martín volvió solo al departamento, vencido por la presión de que todo saliera bien, aunque conforme con su misión cumplida. Entró a su cuarto con la bolsa llena de pelo que Candela le pidió expresamente que guardara y cuidara hasta ver qué harían con ella. Cuando envolvió la bolsa en un nylon para evitar el polvo y la guardó en uno de los cajones de su placard, se sintió como las viudas que guardan por años las cenizas de sus maridos. No pudo evitar pensar en lo que haría con ese pelo si Candela se iba de su vida.

17 comentarios:

  1. Esta lindisimo como escribes, pero la historia, te juro que me da muchisima pena, que fuerte que eres al pasar todo eso y lograr sobrellevarlo sin que los demas se dieran cuenta. Suerte en todo! besos!

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  2. hermoso!!

    t adoro pekeño luchi

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  3. waaaaaaaaaaaaaa amo cada capitulo q subes, imaginate hoy regrese de la universidad muerta del cansancio estudio psicologia, solo queria hecharme a la cama y dormir, lo cual hice pero desperte a la 1am ansiosa porque me comentaron que subiste un capitulo y solo me levante de la cama para leerte ! eres genial !

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  4. Siempre haremos hasta lo imposible por no ver sufrir a los que más queremos,es lo que nos toca y es lo que aceptamos gustosamente.
    Me envuelves de principio a fin, y otra vez me dejaste con la miel en los labios.
    Besos
    Bye wapo

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  5. Es en estos momentos que amas mas que nunca tu familia, tus padres que te apoyan u nina que te alegra la vida y un hermanoquese esfuerza en que no sea tan doloroso.

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  6. Luis que buen hermano eres....yo haria lo mismo por una de mis hermanas ...(ojala nunca suceda)......las quiero mucho ....son unas locas igual las quiero
    hay Luis que corto queda ....ya espero que sea lunes para seguir con la historia Candy me tiene emocionada y pendiente..
    un besoteee
    Melissa- Callao

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  7. Luisin! una vez mas te leo y te escribo para comentarte lo maravillosa de tu historia y lo buena persona que es Martín.No pudo tener mayor alegría en el alma de saber que hizo hasta lo imposible para hacer sentir tranquila y feliz a su hermana antes de su descenso. Digno de admirar... y estoy segura que desde el cielo tu hermana te mira y sigue todos tus pasos con ternura y agradecimiento.
    Realmente yo si creo en los milagros y en especial si lo pides con mucha fe y adoración, pero también estoy segura que cuando el destino esta trazado se cumple. Me conmueve mucho la historia, me hubieraencantado poder comprar tu libro acá en Perú y leermelo en un sólo día, es realmente enternecedor y nos da una gran lección del amor por la familia, ya que ellos son lo único que estaran contigo siempre y nunca te dejarán solos.
    Pero.. tengo una curiosidad; el ex novio de Candela, el jugador de rugby, nunca se enteró de la enfermedad de ella ni de su hija? Muchas bendiciones Luisito, hare una oración por tu hermana hoy en la noche, y quiere y cuida mucho a tu sobrina que algún día serás recompensado.
    Besoss
    Clau*

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  8. Despues del capitulo 12, confieso q tengo los ojos con lagrimas...Candelaria, donde este, debe de guardar esa imagen de ella, regia, gracias a Martin, como un recuerdo invalorable...

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  9. luchi, escribes D-E-L-I-C-I-O-S-O, me encanta!!, nos tienes en ascuas niño, queremos mas candy!

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  10. chico, tú me haces llorar, qué bien transmites la historia... puedo ver a Martín rezando al borde de la desesperación, muy bien escrito... a veces ya no comento porque me quedo con un nudo en la garganta y no quiero ni decir nada... bien escrito, muy bien escrito. Besote.- Marga

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  11. Muy buena redacción, aunque la situación es tristísima, dura. Perder a una hermana joven y bajo esas circunstancias debe ser como morir un poco con ella.

    Lástima que hayas tenido que pasar por esa experiencia tan dolorosa, ahora comprendo algunos estados de ánimo y ciertas actitudes, que pareciera, en ocasiones tienes.

    Compadre, esfuérzate en lograr tu tranquilidad-felicidad y la de tu linda familia, hazlo en memoria de tu bella hermana. Aléjate de una vez por todas de aquella gente de mierda que únicamente sabe contaminar y joder la existencia.

    Un abrazo y toda la buena vibra.

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  12. Luisito qué lindo escribes, este par de capítulos me han gustado especialmente :-) lo que me gusta de tus escritos es que fluyen rápidamente, sin ser tediosos y por ello no necesariamente "light". La historia de Candy, en particular, me parece muy bonita aunque a veces triste. Qué lindo gesto de Martín, muestra de que el amor entre hermanos es tan fuerte!!!

    Saludos Luisito :)

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  13. Recien leo tu blog y no se de donde sacaste fuerza para soportar tanto, a veces uno tontamente quiere matarse o esas cosas y es tan gracioso por decir asi el destino que quienes mas desean vivir a veces no cuentan con esa suerte.
    No me caes mal, pero pienso que deberias guardar todas tus energías y ganas en tu preciosa sobrina, si su mamá no esta debes tratar de cuidarte y vivir para ella, no actues como loca despechada, se que duele que t dejen pero a veces es mejor dejar las cosas ahí y ver como la vida da vueltas, un beso. Nancy

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  14. siempre es bueno hacer reír a la persona que mas se quiere así sea un instante y cueste lo que sea, siempre va a valer la pena.

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  15. Grace: Corbachito que sucede estamos esperando el capítulo del Lunes 04 :(
    Esta super tu libro eres lo máximo!!!!!
    Cuídate mucho y saludos desde Lima - Perú

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  16. Hola Luisote:

    Qué pasa?! Es martes por la tarde/noche y todavía no están subidos el 13 y 14 de Candy. Todo bien contigo? Es acaso la resaca del finde pasado? ;)

    Que estés bien y gracias de nuevo por compartir esta triste historia con nosotros. Ojalá te sirva también de terapia...como solía decir de sus libros MrB...

    Un abrazo
    S

    P.D. Me quedé bizco cuando leí la columna MrB de ayer recordando lo que habías comentado en tu blog el otro día... Guau (no ladrido de rope, sino grito de admiración)

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  17. Gracias chicos!

    Perdonen pero ayer tuve un día re complicado que terminó muy tarde con el concierto de Roxette.

    Ahí les subí un par de capítulos para compensar.

    Besos a todos!

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