lunes, 28 de marzo de 2011

7 y 8

7

A las seis y media de la mañana de un lunes de octubre, Inés y Alberto tuvieron un despertar abrupto debido a la alarma del radio-reloj-despertador. Los dos estaban acostumbrados a madrugar, por lo que en unos pocos minutos ella ya estaba dándose una ducha de agua bien caliente y él preparando un poco de café con tostadas de pan negro.
Cuando Alberto fue a despertar a su hija Candela, la vio tendida en su cama, con la mirada perdida en el techo y los ojos bien abiertos. “Vamos, Canduchi, que se hace tarde”, alcanzó a decirle.
Ella no le contestó, prefirió juntar energías para dejar la cama y tratar de vestirse. Como había ocurrido en vísperas de las anteriores sesiones de quimioterapia, Candela no pudo dormir en toda la noche por la tensión que le provocaba saber que al día siguiente comenzaría un nuevo ciclo de dolor y sufrimiento. Iba por la mitad del tratamiento, por la octava sesión de las dieciséis totales, administradas en siete meses con una o dos semanas de descanso entre cada aplicación.
Aunque ya conocía los dolores, las náuseas, los pinchazos y el debilitamiento que le esperaban, no sabía cómo iba a reaccionar su cuerpo esta vez, si la acumulación de dosis aumentaría el padecimiento (como le habían advertido los médicos), o si las experiencias anteriores contribuirían a que controlase mejor la situación, idea ingenuamente optimista en la que Inés se apoyaba para tratar de animarla -y de animarse.
Luego de un silencioso viaje en auto, en el que cada uno se perdió en sus pensamientos, Candela, Inés y Alberto llegaron a la clínica 15 minutos antes de lo pactado para asegurarse el primer lugar en la fila de pacientes a conectar.
La sala, similar al lobby de un hotel regular, pronto se fue llenando de gente de todas las edades, en su mayoría mujeres, dispuesta a entregarse a otra ronda de quimio con la esperanza de, algún día, ser como el resto de las personas, con sus histerias sin sentido y preocupaciones banales, típicas de la vida de cualquiera que estuviera más o menos sano.
Candela buscó uno de los sillones grandes de cuero marrón y se sentó a la espera de su dosis. Cuando la inyectaron no sintió dolor, porque tenía el brazo tan acostumbrado a las agujas que un pinchazo más era cosa de todos los días. Le esperaban tres largas horas ahí sentada, con un veneno metiéndose en su cuerpo y sin poder pararse ni siquiera para ir al baño. La idea de tanto aburrimiento la abrumaba.
A la media hora Alberto se fue a su nuevo trabajo, e Inés se quedó al lado de Candy, contándole a su hija pavadas que la ponían de peor humor o hablando por el celular con su madre Isabel o con Martín, para decirles que su hija estaba muy bien, muy controlada.
Candela no se sentía ni bien ni controlada, pero como nunca se quejaba, en el resto de la gente daba la impresión de estar como si nada hubiera pasado. Cuando Inés se fue a tomar un café y la dejó sola, un par de lágrimas mojaron su cara. No quería hacer un espectáculo frente a los demás pacientes, así que trató de contener el llanto y se secó con el brazo que tenía libre. ¿Cómo llegué a esto?, se preguntó. ¿Qué habré hecho mal para terminar así, con casi 30 años, sin marido, con una hija y este cáncer de mierda?, siguió. Estoy harta de esta vida, no sé para qué sigo viniendo a inyectarme si lo más probable es que me muera igual, para qué vivir un año más, un año menos, no tiene sentido. ¡Ay, cómo duele esta aguja de mierda! ¿Y si no vengo más? ¿Total, para qué quiero seguir viviendo en esta porquería? Seguro que si me muero, voy a estar mejor que acá… Pobre Clarita, le tocó una vida desastrosa. Pobre gorda, no me puedo morir, no le puedo hacer esto, pobrecita, tengo que ser fuerte solo por ella, ¿sino quién la va a cuidar? A Mariano no le pienso decir nada, sería un problema más. Me va a extrañar demasiado la gorda si la dejo, va a llorar todo el día, si es una caprichosa que solo quiere estar conmigo, no se deja alzar por nadie la chanta, no deja que nadie le dé de comer, solo yo, ni siquiera se banca que otro la lleve en el cochecito… ¿cómo va a hacer si me muero? No puedo dejarla, no voy a abandonarla, tengo que aguantar todo lo que sea, tal vez me salvo de milagro, o en un tiempo inventan una droga que cura el cáncer, qué se yo, no sé, la cosa es que debo soportar lo que sea por mi Clarita, mi gorda divina, la única persona que me necesita y me quiere y nunca me deja sola, pobrecita, qué destino de mierda le tocó, no tiene ni una casa, ni un padre, nada tiene la pobre; lo único que le falta es ser huérfana y cartón lleno. No, no, me tengo que salvar, me voy a salvar, me voy a curar, me voy a curar…
Mientras pensaba en todo esto, Inés volvió y se puso a hablar de la taza de café con leche y las dos medialunas que se había comido en el buffet de la clínica. “¡No sabés qué buenas son las mediasssslunas!”, le dijo emocionada.
Candela pensó en lo mucho que podía odiar a su madre, pero trató de ser positiva, juntó fuerzas y le respondió: “Qué bueno mamá, no sabés cuánto me alegro”.

8


Candela soportó los primeros cuatro meses de quimioterapia con una fuerza extraordinaria. Al salir de cada sesión, en lugar de mantener reposo como le aconsejaban los médicos, llegaba al departamento, se disponía a ordenar cualquier cosa que estuviera fuera de lugar, preparaba el almuerzo para Clara, volvía a limpiar la cocina y salía sin rumbo fijo. No le gustaba quedarse encerrada, decía que se aburría cuando no tenía nada que hacer, que no podía concentrarse en ver una película o en leer un libro. Entonces, con las pocas fuerzas que le quedaban, cargaba a su hija en el cochecito y caminaba a cualquier lado, apoyándose en el carrito para no perder el equilibrio de tan débil que estaba.
Durante los últimos días del año, unas pocas semanas antes de Navidad, el calor en Buenos Aires se hacía insoportable. Y Candela se aburría en el departamento. Y no podía prender el aire acondicionado, porque después de la quimio los dedos de las manos se le acalambraban y sentía unos pinchazos terriblemente dolorosos en la piel a causa del frío. “Es como si te estuvieran clavando varias agujas a la vez”, le explicaba a Martín, que al escuchar esos comentarios se quedaba con la mirada perdida unos minutos, hasta que se alejaba de Candela para llorar sin que ella lo viera. “Cuando tomo o como algo frío, es lo mismo”, seguía, como si estuviera hablando de cualquier asunto sin importancia. “Siento esas puntadas en la garganta, o a veces en la mandíbula, no sabés lo horrible que es”.
Al verla así, tan desprotegida y muerta de calor, Martín le sugirió que volviera a inscribirse en el club del que habían sido socios toda la vida, que él pagaría las cuotas atrasadas y el carné de pileta. Candela aceptó encantada, y al día siguiente, a primera hora, preparó un bolso con la ropa de baño, los papeles para la inscripción y una heladerita con bebidas y algo de comida para Clara.
–Qué tal, vengo a reinscribirme para usar la pileta –le dijo a la empleada administrativa del club.
Estaba con el cuerpo bañado en sudor, la cara ojerosa y un impresionante tajo de diez centímetros a la altura del corazón, cicatriz que le había quedado luego la instalación de un catéter, dos semanas atrás.
–Voy a necesitar su carné y el último recibo de pago –contestó la empleada, si levantar la vista de sus papeles.
Candela le entregó un carné vencido, hacía un año que no pagaba las cuotas mensuales. La empleada se quedó mirándolo y escribió algo en la computadora.
–Lo siento, en el sistema me sale que usted figura como morosa, por lo tanto no podemos proceder a su reincorporación –le explicó, ahora mirándole la herida, pero sin inmutarse.
–Sí, no… lo que pasa es que me fui a vivir afuera, con mi marido, que trabaja en Londres, y me dijeron que en caso de viaje…
–¿Trajo la libreta de matrimonio, el contrato de trabajo? –interrumpió la empleada, una mujer baja, con cara de rata y anteojos de vidrio grueso.
–Bueno, en realidad no estamos casados, es el padre de mi hija, yo me fui a vivir con él allá, pero después quedé embarazada y me vine…
–No hace falta que me cuente sus problemas personales. ¿Tiene el pasaje de vuelta? También voy a necesitar el pasaporte sellado en el que se compruebe que usted regresó al país hace menos de un mes.
–No, perdón, disculpe, es que yo volví hace mucho más, pero después me internaron de urgencia, porque tuve un problema de salud, entonces no pude hacer los trámites.
–Según el reglamento, un problema de salud no justifica el adeudamiento de tantas cuotas, lo siento, pero en estas condiciones no podemos reincorporarla.
–Pero voy a pagar, traje la plata para ponerme al día.
–Parece que no nos entendemos, usted está en condición de morosa y, por lo tanto, suspendida. Va a tener que presentar una carta al comité para que analice su situación, pero por lo pronto no puede usar las instalaciones.
–Pero…
–Ahora le agradecería que me permita seguir atendiendo, no ve la fila que hay…
Candela regresó llorando desconsolada. Cuando Inés la vio en ese estado, corrió a abrazarla y le preguntó que había pasado.
–No me dejaron entrar, mamá, ahora Clara no va a poder ir a la pileta, con este calor, nos vamos a quedar todo el verano encerradas, mamá, y encima no puedo prender el aire, no aguanto más, te juro que ya no aguanto, todo me sale mal.
–¿Quién no te dejó entrar? –preguntó Inés, indignada.
–La mina de administración, la enana de anteojos –contestó Candela, todavía con lágrimas en los ojos.
–Esa enana cara de rata… Vas a ver que ahora la pongo en su lugar. No te preocupes, mi chiquita, yo ya mismo te soluciono el problema.
Inés tomó un taxi hasta el club y con el paso acelerado caminó a la oficina de administración. Había cinco personas en la fila esperando para ser atendidas por la señorita de modales toscos.
–Discúlpenme, voy a pasar un minuto, es una emergencia –dijo Inés frente al grupo. –Tengo que hablar con vos –se dirigió a la empleada.
–Señora, tiene que hacer la cola.
–Escuchame bien. Mi hija vino hace un rato a pagar y me dijo que vos no la dejaste pasar.
–Lo siento, señora, no cumplía con los requisitos de reinscripción de morosos.
–¿No te dijo que tiene problemas de salud?
–Sí, pero eso no califica, señora.
–Parece que no tenés le elegancia suficiente para leer entre líneas. Mi hija no te quiso dar lástima, pero no te diste cuenta que está toda cortada, tiene un cáncer terrible, apenas puede caminar, y vos no tenés la delicadeza de entender su caso –dijo Inés, levantando la voz.
–El tipo de enfermedad del socio no tiene relación con la morosidad en las cuotas, lo siento, no podemos hacer nada –se defendió la empleada, nerviosa ante la furia de Inés.
–Mirá, chiruza, a vos te falta tomar mucha sopa para entender lo que pasa. Yo vengo a este club desde que nací, y si hay algo que se mantiene acá es la clase, tanto en los socios como en los empleados. No sé de dónde te sacaron a vos ni quién pudo contratarte con esa pinta de negrita que tenés, pero escuchame bien lo que te voy a decir: si vos llegás a tratar a mi hija de esa forma otra vez, yo te mato a trompadas; primero te saco esos anteojos de mierda que tenés, después te arranco los ojos y te desfiguro esa cara de rata inmunda, ¿me entendés? Así que no te atrevas a meterte con mi hija, porque yo te mato, ¡te mato!
Al día siguiente, Inés recibió un llamado de la comisión directiva del club, en el que le informaban que, por serios problemas de conducta, había quedado suspendida hasta nuevo aviso, y que no podría usar las instalaciones ni volver a ingresar al establecimiento. Se sintió dolida y defraudada. Ni bien supo la noticia, llamó a Alberto para buscar su apoyo, pero no recibió ningún tipo de contención. Por el contrario, su marido le dijo que era una ridícula, que siempre se estaba peleando con todo el mundo y que no tenía derecho a tratar mal a una empleada, porque “todos somos iguales ante la ley”, terminó de discursear.
El sábado siguiente, mientras Candela, Clara e Inés sufrían el calor entre las cuatro paredes del departamento, Alberto terminó de almorzar, agarró sus llaves, la billetera y se despidió con un saludo general.
–¿A dónde vas con este calor? –le preguntó Inés.
–Al club, gordita, ¿a dónde querés que vaya?

23 comentarios:

  1. Gracias Luis por los capítulo 7 y 8.
    Me dieron ganas de llorar cuando Candela le explicaba a Martín sus dolencias después de la quimio.
    Un abrazo
    Panay

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  2. Hola Luis:
    No puedo ni imaginarme el dolor de una madre al pensar que dejará a su hija, por una enfermedad que la consume.
    Muchas veces nos quejamos de los que nos toca vivir, sin darnos cuenta que otras personas viven situaciones mas dificiles e irremediables.
    Particularmente, te a agradesco que me acompanes en esta agradable rutina de leer los capitulos de tu libro, que para mi, son un regalo especial, porque me hacen comaparar, pensar y reflexionar.

    Te abraza

    Liz

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  3. Gracias Corbachito por compartir tu talento. Entre lágrimas me arrancaste una sonrisa con la reacción histérica de Inés por defender a su hija.
    Conmovedores los capitulos.
    Besos
    Vera

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  4. Lamento mucho que tu hermana haya pasado tantas cosas feas creo que tambien tenia cancer en el alma.Cuidate mucho.

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  5. GRACIAS!
    A Vera, Panay y Liz.
    Que bueno saber que la novela les gusta, es muy importante para mí.
    Besos!

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  6. :O m e leido dsd el 5 hasta el 8 xk no m abia conctado :) pero q cosas pasan en la vida, y lo malo es q a personas jovenes :(
    un beso.

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  7. Amigo..acabo de llegar y lo primero que hice fui entrar a tu blog... acabo de tener una discusión y un problema pero tu libro realmente me ayuda gracias de verdad ....yo me he topado con muchas personas como la recepcionista que le toco a candela
    espero con ansias el siguiente capitulo
    tu amiga que te quiere (de verdad)
    Melissa _ Callao

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  8. Sorry Luis, pero que hdp q era Alberto al irse al club jajaja.
    Te juro que cuando Ines ponía en su lugar a la empleada del club, yo me hacía a un costado observando jeje, me transportaste a ese instante
    Muy bueno como siempre, logras capturarme por completo.
    Escribes perfecto, Candy es lo mejor !!!
    Besos wapo
    tkm
    Bye

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  9. Me gusta mucho tu libro Luis, cuanto lo siento todo lo que vivio tu hermana. Sabes en mi break del trabajo tomo mi cafe o como algo y me pongo a leer tu libro , se esta volviendo una rutina :)

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  10. Asu que colera me da Alberto... irse al club del cual habian botado asu esposa y a su hija....

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  11. Gracias Luis por deleitarnos con tu segundo libro, me gustaria tenerlo ¿puedo comprarlo en España?. Espero que sea un éxito. Ana.

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  12. un libro muy bueno Luis! ... cada vez que leo sobre tu hermana Candela , me hace pensar mucho en mi hermana , ya que ella sufre de Transtornos Mentales , tambien es adicta a la limpieza a un punto de exageracion siempre anda de mal humor nunca tiene un comentario agradable para nada y eso me da mucha pena xq aveces saca lo peor de nosotros y le decimos cosas que no queremos decir , pero hay q entenderla y sobre todo darle mucho amor .... todos los dias pido que mi hermana pueda ser diferente una persona sociable y agradable a todos ,pero son situacion con las cuales hay q seguir lidiando ...... ADORO TU LIBRO!!!... BESOS!!!..

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  13. cuando Ines gritaba a la tarada de la recepcionista, me imaginaba la escena, debe ser sumamente terrible para una madre saber q a su hija la tratan mal sin comprenderla,y q indiferencia la de Alberto al menos ante su nieta!! en fin solo Dios juzgara a las personas!!!

    Besos Corbachin!!!

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  14. luchi, aunque NUNCA me respondas ninguno de mis posts, siempre te sigo jajajaja, me encanta como escribes.

    Mi mamá tuvo cancer al seno, hace muchos años ya, quizas 20, se lo descubrio tempranamente, felizmente, pero pasamos por la quimio, caida de pelo, vomitos, malos humores, etc.... yo no entendía nada, tenía apenas 10 u 11 años, a mí por ser el más chico jamás me contaban nada, nunca me enteré por que mi mamá estaba tan mal, cuando preguntaba me decían que estaba enferma y punto. Ahora ella esta bien, le dieron de alta pero siempre se hace sus chequeos, ahora se puede hablar de cancer. Nunca he hablado con mis hermanos mayores sobre eso, que pensaban ellos, que lo entendían perfectamente, como se comportó mi padre, que ahora se comporta como si mi mamá no existiera, no se que pensaron todos ellos en ese momento, pero se que fueron ratos duros para todos, se fueron todos los ahorros con la cura de mi mamá.

    Dale Luchi, sigue escribiendo que nos encanta.

    Un beso

    http://churruminoss.blogspot.com

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  15. Gracias a todo por comentar!
    Gracias Churrumio por compartir tu historia y leerme siempre, que bueno que tu mami se haya curado.
    Pido disculpas a tres o cuatro personas que comantaron este post y no salió publicado, sucede que estaba suprimiendo los interminables mensajes de un tonto que ilsulta a mi madre y a mi hermana (y hasta a mi sobri) y en la tarea se me fueron algunos comments muy agradables, fue sin querer!
    Si pueden vuelvan a ponerlos.
    Vale a aclarar que no suprimo los comentarios que me insultan a mí, pero no puedo publicar los que insultan a mi familia, gracias!!!!

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  16. yeeeeeeeeeeeeeee me saludaste, ya soy famoso jajajajajajja
    no hagas caso a los que te insultan!!!!!, la gente se confunde y hasta han entrado a mi blog a insultarte a ti jajajajaja, nada que ver, que tengas buen dia luchi!

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  17. En ambas historias se deja claro que en la defensa de un hij@ no existen límites, se puede tolerar el dolor más intenso, la vida más infame y desdichada o la agobiante rutina, pero nuestra descendencia es y será siempre el motor de nuestra existencia.
    Nuevamente felicitaciones Luis.

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  18. Gracias!! Recien hoy he podido leer la 6, 7 y 8 jeje y mañana 9!!!
    A ver si escribes algo de tu sobri en tu blog.

    Adios guapo

    PALOMEX

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  19. Q tira de desadaptados, insultar a tu familia, q tira de hijos de puta, a mi me encanta cada vez mas lo q leo, pero la parte ultima donde Alberto se va al Club me dio sentimientos encontrados, no sabia si reirme o maldecirlo, jeje, me encanto!

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  20. Estas en todo tu derecho luchin...suprime y expectora todas esa malas vibras que NO te lo mereces....
    sigue adelante con Candy que cada vez se pone mas bueno..

    Melissa C..

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  21. Sabes Luisito continua. eres genial. y leer Candy ya es una costumbre despues que regreso a casa. para decirte que yo soy sobreviviente de cancer y pase quimioterapia y demas. Por eso es importante vivir cada dia intensamente. Desde el alba agradecer a Dios por el aire que respiras, el dia que comienzas los alimentos recibidos, todo es importante hasta una llamada de telefono de alguien que se equivoco, ser agradable con los demas, y compartir el amor sin mirar atras.

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  22. Gracias anónimo, que lindo lo que me dices, tienes tanta razón.
    Que bueno saber que estás bien.
    Besos, gracias por leerme.

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  23. Luchi las madres se convierten en leonas cuando le tocan a sus hijos. Mi mami hubiera hecho lo mismo! y yo también. Un abrazote y te juro, yo que la mamá de Candy le rompía la membresía del club a mi marido!!!

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