viernes, 25 de marzo de 2011

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Martín nunca pudo olvidar el día que hizo llorar a su madre. En el momento en que comenzaron a humedecerse los ojos de Inés, Martín supo que había echado todo a perder, que ya era demasiado tarde para arreglar las cosas, y lo peor de aquella situación, lo que más lo torturaba, era recordar que ni siquiera había tenido el coraje suficiente para consolarla, para pedirle perdón y decirle lo mal que se sentía por lo sucedido.
El día había comenzado bien. En Buenos Aires era un sábado soleado de septiembre que anticipaba los primeros calores de la primavera. Martín estaba contento de saber que el invierno helado, que tanto detestaba, era historia. E Inés se sentía feliz porque acababa de nacer Pedrito, su tercer nieto y segundo hijo de Miguel. Había llegado a la familia un nuevo integrante, nacido por parto natural, en el tiempo y la forma correctos, absolutamente sano y lleno de vida.
Inés golpeó la puerta del cuarto de su hijo a las 9 de la mañana para pedirle que la acompañase a la clínica, porque, según dijo, “el pelotudo de Alberto se va a ver el partido, como siempre”. Martín estaba soñando que era una estrella del pop asediada por sus fans, cuando sintió que ese idilio era abruptamente interrumpido por la cháchara de su madre. Cuando ella terminó, pudo ver a través de la pequeña ventana de su dormitorio un cielo celeste intenso que lo puso de buen humor, a pesar del brusco despertar.
Minutos después estaba desayunando en la cocina con sus padres y la pequeña Clara, cuando llegó Candela. Venía de sacarse sangre en el sanatorio San Lucas, a pocas cuadras de su casa, y tenía la cara más pálida, ojerosa y huesuda que de costumbre.
–Son unos sucios –fue lo primero que dijo.
Inés y Alberto se miraron resignados, mientras Martín trataba de inventar juegos con su sobrina para calmar los ánimos.
–¿No se dan cuenta de que esto es un asco? –siguió Candy, y empezó a limpiar la mesa donde todos comían con un trapo mojado en desinfectante.
Martín trató de ayudarla levantando las tazas vacías de café, pero se puso tan nervioso de ver a su hermana así, con aspecto de loca moribunda sacada de sus cabales por una minucia doméstica, que terminó dejando caer al piso la azucarera de porcelana, transformada en menos de un segundo en incontables pedacitos desparramados por todo el piso de la cocina. Candela puso una insólita expresión de dolor y corrió a buscar la aspiradora, mientras Martín trataba de juntar con sus manos los pedazos de porcelana más grandes. Antes de que pudiera activar esa máquina de ruido insoportable, Inés la agarró del brazo y le pidió que se calmara.
–Sentate a desayunar, querés, que te acaban de sacar sangre y debes estar por desmayarte –le dijo a su hija con firmeza.
–¿No te das cuenta de que son unos mugrientos? –dijo Candela, agachada en el piso, llena de odio–. Quiero hacerme un jugo de naranja y no puedo porque ustedes ensuciaron todo.
–Papá ya te hizo el jugo, ¿por qué no te sentás y desayunás como una persona normal? –insistió Inés.
–Ni loca tomo de esa jarra asquerosa con ustedes al lado comiendo como cerdos –contestó furiosa, y puso ON en la aspiradora.
Alberto la miró en silencio, apenado, y pensó que lo mejor sería irse al club cuanto antes. Se levantó de la silla, esquivó a su hija enferma y huyó.
–Claro, andate –le gritó Inés–. Si es lo único que sabés hacer, ¡inútil! Y vos –ahora se dirigía a su hija– podés apagar ese aparato y dejar de rompernos la paciencia, porque si te damos tanto asco, mejor te vas a vivir a otra parte, que ya nos tenés hartos con tus locuras, ¡hartos!
Candela dejó la aspiradora y se fue a llorar a su cuarto. Inés comenzó a alistarse para salir a ver a su nuevo nieto y Martín se quedó en la cocina con su sobrina, intentando distraerla para que no llorase y juntando los pedazos de lo que acababa de romperse.
Después manejó hasta la clínica, y aunque puso la radio a un volumen considerable, su madre fue capaz de hablar más fuerte que la música:
–Yo ya no sé qué hacer con esta chica, está intratable –se quejó.
–Mamá, ¿no ves que está hecha mierda, qué te cuesta decirle a todo que sí?
–El médico fue muy claro, vos no podés hablar porque no estabas. Nos dijo que durante la quimio no la tratemos como a un fantasma. Hay que pararle el carro, no se la puede consentir en todo.
–Me gustaría saber cómo estarías vos de ánimo si te llenaran de remedios venenosos y te pincharan todo el día. Tenés que tener un poco más de paciencia.
–Yo soy la que está todo el día con ella y te juro que ya se me agotó la paciencia. ¡Ah, me olvidaba! Doblá acá a la derecha, así pasamos por Petit Mignon y le llevamos un trajecito al bebé.
Una vez en la tienda, Inés saludó a las vendedoras, dos ancianas que habían pasado ahí adentro gran parte de sus vidas, y eligió un conjunto de rayas celestes y bancas que costaba cien pesos. Martín sacó el último billete que le quedaba y pagó, resignado. Tuvo la fantasía de renunciar a sus obligaciones de tío-padrino-padre sustituto, pero su madre no le dio tiempo a pensar en eso.
–Vamos, manejá rápido, que se termina el horario de visita –le dijo, y una vez más espantó sus sueños.
Inés hablaba por el celular con su amiga Ana mientras ojeaba el menú de la cafetería de la Maternidad Suizo Argentina. “Es feúcho, salió a la familia de ella, ¿viste?”, decía, en referencia a su nuevo nieto. Martín se había rehusado a comer ahí, pero su madre insistió en que servían unos sándwiches buenísimos, que ella sabía porque los había probado hace unos meses, cuando nació la primera nieta de su prima Elenita. “El de peceto y mostaza es bárbaro, pedí ese, que vos estás muy flaco y necesitás proteínas”, le había dicho, antes de agarrar el móvil y llamar a su amiga para contarle que el nuevo nieto no era tan bonito como ella esperaba. Cuando terminó de hablar por teléfono, ordenó la comida para ella y para su hijo Martín (sin preguntarle qué quería), y empezó con su habitual discurso de fin de semana: que tu padre es un inútil, que vive sólo para el rugby, que todos los sábados me deja sola, que ya no sé qué hacer con tu hermana enferma, que yo con ustedes tres sufrí mucho porque nunca conté con tu padre, que no puedo estar todo el día cuidando a Clara porque yo ya crié a tres hijos y no tengo más paciencia, y que encima ahora ando sin un peso en la cartera para cosas básicas como la peluquería o el cine. Martín trató de explicarle, como ya lo había hecho mil veces, que solo se trataba de un mal momento y que con suerte todo iba a mejorar pronto, pero Inés siguió quejándose y lamentándose por lo desdichada que había sido durante sus treinta años de matrimonio, hasta que llegó a decir que, para colmo, ahora que sus hijos eran grandes ninguno la apoyaba.
Martín no pudo contener la furia. ¿Cómo tenía el descaro de decirle que no la apoyaba, cuando en realidad él vivía para tapar los agujeros de su familia? Indignado, superado por semejante situación, no pudo evitar desahogarse ahí, frente a su madre, en la cafetería de una clínica de maternidad. Le dijo a Inés, alzando la voz, que estaba harto de escuchar sus problemas de pareja, que si tan infeliz la hacía su marido por qué mierda no se separaba, que estaba podrido de pagar todos sus caprichos y los de Candela, que ya no daba más, que hacía meses no se compraba nada para él, que por qué no se hacía cargo ella de sus cosas y si no tenía plata y su marido era un inútil desempleado que al menos tenga la inteligencia de mudarse a un departamento más chico y montar algún negocio con la diferencia, o que venda el auto, o que salga a trabajar ella, que deje de gastar la plata que él le daba en peluquerías, masajes, salidas con amigas o mucamas por hora (porque ella era incapaz de mover un dedo en la casa) y que él ya no quería saber más nada con nadie, que había decidido irse a vivir solo y de ahora en más cada uno debía hacerse cargo de sus problemas.
Inés se quedó inmóvil, con los ojos colorados, las mejillas atravesadas por un par de lágrimas y la mirada perdida. Era la primera vez que Martín, su hijo perfecto, la hacía llorar.

15 comentarios:

  1. Esta circunstancia es bastante cotidiana en nuestros tiempos. Una observación, en el penúltimo párrafo te refieres a la mamá de Martín como Marta, cuando en este mismo capítulo y en los anteriores la llamas Inés.
    Saludos,

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  2. Aiii es super difícil cuando los hijos debemos llenar esos vacíos familiares, como tú los llamas. Uno deja de ser hijo para ser padre y viceversa. :s Difícil!

    Saludos

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  3. Gracias Icarus!
    Acabo de hacer el cambio, la realidad es que mi madre se llama Marta Inés, y en el libro le puse Inés a secas, pero al escribirlo se me confunde un poco y la versión que estoy subiendo no es la corregida por mi editora.
    Así que mil gracias por la observación!

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  4. No hay problema. Sigue colectando adictos a tus fantasías literarias ... que son geniales !!
    Salu2,

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  5. Quién no a pasado por eso?
    sí la relación familiar con los padres y hermanos es tan compleja,imaginate la de pareja.

    Gracias por compartir tu libro Candy.

    Have a nice weekend Luis,

    Panay

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  6. TodOo eS mUXo MAS iNTeReSanTEeE..!! SalUDos mAN ToDO eSTa Muy buENo..!!

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  7. Yo sE lo que es pasar por esa situación ...
    sigue deleitándonos con mas Candy ....

    gracias !!

    Melissa - Callao

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  8. me encantaa !!! me gustaria poder tener esta obra en fisico !! Ojala puedas publicarla en Peru.

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  9. Acabo de leer el capítulo 5 y 6
    Te felicito por saber llegar a tus lectores,he llorado al leer (cap.5), gracias a Dios no he pasado lo que tú con Candy, pero lo imaginé, sentí tu dolor y tu impotencia.
    Eres un buen tio-padrino y madre/padre sustituto de Cata. Eres un ser muy valiente y noble
    Yo también intento ser lo mismo, pues tengo un sobrino quien literalmente es huerfano de padre y madre. Trato de sacrlo adelante, dejando muchas veces de ser yo por cumplir sus necesidades. Dejando de lado la ropa de moda o algun puto gusto que cualquier mortal puede darse a sí mismo.
    Pero bueno, es lo que hay y es lo que asumo sin chistar y con mucho orgullo.
    Algunas veces he explotado y echado en cara a mucha gente porque no han sabido o quieren reconocer lo que yo entrego o hago,pero nada gano ,pues tampoco pretendo que me aplaudan o me den un diploma,pero con no joder sería suficiente jeje.
    Gracias por compartir con nosotros a tu preciosa Candy, enhorabuena!!!
    Besos, cuidate mucho baby
    Bye

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  10. Gracias Melissa y Elías.
    Gracias Ross, entiendo los sacrificios que haces por tu sobrino, pero bien sabes que valen la pena y que a la larga él sabrá agradecértelo, y al fin de cuentas eso es lo que importa.
    Te mando un beso muy grande, gracias por leerme!

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  11. Candy me atrapa, me encanta como escibes.
    Besos
    Yaqui

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  12. Luis, pero ¿esto es medio ficción? porque con esto medio le das la razón al loco watón con eso de que él mantenía a tu familia... lo que no tendría nada de malo, siendo su novio y encima a él la mamá le pasa plata así que tampoco es tan grave... sólo quería dejar en claro que entiendo que esta es una novela y tiene cosas de realidad y cosas de ficción, perdona, pero tu personaje Martín hasta hoy es demasiado perfecto y nadie en la vida real es así... el personaje Inés es formidable, muy fuerte, muy real, me encantó hoy...

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  13. gracias marga,
    esto es una novela, es ficción
    tiene algunos pocos elementos tomados de la realidad, pero la mayoría es ficción.
    de hecho martin no soy yo, es un abogado que no asumió su sexualidad, así que el waton, como tu lo llamas, no tienenadita que ver aquí, porfa no lo metas ni mezcles esta novela con mi nevelita real sobre el loco.
    gracias

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  14. luchi,
    un exito como siempre, no pude evitar pensar que ines es mi madre, solo que yo no tengo los huevos de martín como para mandarla a la mierda que es lo que merece hace rato, me identifiqué 200% con tu post
    gracias a dios es lunes y podré leer más de Candy.
    Besos!

    http://churruminoss.blogspot.com

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  15. gracias por responderme, yo tengo un blog y escribo cosas, a veces (cuando me metía contra el opus) tenía muchos lectores y comentaristas que confundían la realidad y la ficción, hoy me pasó a mí, por eso pregunté...
    gracias por la aclaración, me encanta tu novela... ¡¡¡sigue por favor!!!

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